Desde Siria proviene la historia que relata un milagro de vida: un hijo, hoy adulto, narra todo lo que su padre hizo por él. Contar con un progenitor con Síndrome de Down ha sido una bendición.
Esta historia positiva rompe muchos prejuicios que ciernen sobre nuestro mundo … aparentemente pacífico.
Una de las muchas guerras silenciosas que se libran en nuestras costas, tan iluminadas, acogedoras y dedicadas a la teoría de la libertad y el respeto, es la sentencia de muerte en el útero de los fetos que tienen un cromosoma adicional. El aborto de niños con síndrome de Down todavía tiene porcentajes muy altos, a pesar de un retroceso en los últimos diez años:
En Noruega, el 65% de los niños diagnosticados con el síndrome son abortados; el porcentaje sube a un 90% en Gran Bretaña, un 95% en España y un 100% en Islandia. (Corrispondenza romana)
El testimonio del joven sirio Sader Issa es algo más que la constatación que a estas personas, como a cada uno, no se le puede impedir el derecho a la vida. Es un viaje en el tiempo, en un futuro para nada triste: es la historia de un hombre que, con Trisomía 21, se volvió adulto, se casó y tuvo un hijo que ahora le agradece todo.
Vive, trabaja, ama
El video en el que Sader Issa cuenta cómo creció con un padre con Síndrome de Down fue difundido en Facebook hace dos meses y obtuvo casi 700 mil visualizaciones. Normalmente, cuando una historia funciona tan bien en las redes sociales los diarios se apresuran a relanzar el tesoro mediático en diarios de papel, en los noticieros, en los sitios de información.
Si fuera difícil encontrar la historia de Sader Issa en los diarios impresos, yo la encontré en la página providaLive Action y antes de contarla investigué, porque dudaba. Pero ¿cómo? ¿Es un hecho tan clamoroso y nadie habla de él? (Nótese bien: pensemos en el cortocircuito vergonzoso que se crea actualmente. Si una noticia no aparece en las páginas reconocidas de información nos surgen dudas sobre su veracidad, pero muchas de las graves mentiras de hoy se encuentran en sonados periódicos. Callar en cierto tipo de crónica para no traicionar la ideología a cuyo molino queremos llevar agua es la versión más actualizada de la mentira).
Sader Issa existe, vive en Hamah (entre Alepo y Damasco) y es suficiente contactarlo por Facebook para toparse con su disponibilidad para documentar su experiencia y lo que está poniendo en pie. Ha compartido conmigo las pocas entrevistas que han salido (es inútil decir que no están en Vanity Fair), ha compartido fotos y video. Su motivo principal es la gratitud, esa que algunos de nosotros tenemos por nuestros padres que nos han criado a base de grandes sacrificios: Sader hoy es un joven adulto que se está realizando profesionalmente y evalúa cómo llegó hasta ahí:
Estudio para ser dentista, me encanta el deporte como la natación y el bodybuilding. Soy un chico muy normal que en su tiempo libre mira películas y se diverte con sus amigos. Vivo en Siria con mis padres. Mi papá tiene 4 hermanos y 3 hermanas y es amado y respetado por toda la familia a pesar de haber nacido con Síndrome de Down. Mi madre y mi padre se conocieron gracias a sus respectivas familias y creo que fue amor a primera vista. Él fue tratado con respeto por la familia de mi madre y por todas las personas que lo conocen. (Baby Brain Memoirs)
La señora Issa no tiene Síndrome de Down; es desagradable tener que especificarlo porque implica ser prejuiciosos. Sí, una señora sin ninguna imperfección física y mental se enamoró de un hombre con un cromosoma de más. Es más: fue amor a primera vista. Metiendo más el acelerador en la metáfora, se puede decir que de Siria llega una verdadera bomba atómica… una revolución buena que da un bello despertar a nuestro pensamiento acartonado sobre la vida y la discapacidad.
De este amor libremente elegido, nació Sader, perfectamente sano. Esta especificación también es desagradable, pero se hace para reafirmar que la discapacidad no es un ghetto y no es para reducir a un ghetto.
Mi papá trabaja duramente en una fábrica de grano, trabaja desde hace 25 años, 6 días a las semana. En invierno vende productos recogidos durante el verano. En verano está a cargo de la máquina de moler granos. Somos una familia muy normal. Mi madre es ama de casa, mi padre trabaja afuera y ahora mismo estoy enfocado en mis estudios. (Ibid)
Las estadísticas y la presencia
Deja realmente atónito que precisamente en un país tan lacerado por la guerra exista esta presencia tan extraordinaria: son solo 3 en el mundo los casos certificados de personas con Síndrome de Down y no estériles. Además de ellos, solo el señor Issa, que a lo que parece es una apuesta ganada en la fila de las maravillas reales. Además de la gratitud en relación al padre, Sader me pareció muy comprometido en la tarea que espontáneamente su historia le ha dado: difundir un mensaje sobre la Trisomía 21, opuesto al lúgubre mensaje de dolor y sufrimiento que amenaza de manera fraudulenta.
Tener un padre con Síndrome de Down ha cambiado mis relaciones para mejor. Muchas personas miran a mi familia por lo que mi padre ha logrado. En cuanto hijo criado por un padre con Síndrome de Down, se bien la pureza y la ternura que habita en sus corazones, pero se también que tienen ambiciones y merecen una vida decorosa. No merecen ser abortados. Lo que me hace estar más orgulloso de mi padre es que no ha hecho caso a quien le decía que lo que deseaba era imposible, sino que ha trabajado duro para mantener a su familia, para que yo pudiera ir a la escuela a estudiar. (Ibid)
En el breve intercambio que tuvimos, Sader estaba muy interesado en difundir lo que está recibiendo: muchos testimonios de familias que le agradecen por el mensaje que está difundiendo, mandándole fotos de todas partes del mundo.
Esta alegre tropa humana no tiene cifras de influencer y no se verá nunca en la gran pantalla, porque – por suerte – podemos encontrarla junto a nosotros cada día. En sus familias pesa mucho el prejuicio de quien reduce la discapacidad a un obstáculo. Pero precisamente su presencia, y no las estadísticas, transforma el obstáculo en una oportunidad: tenemos necesidad de personas cuya mirada, cuyas heridas, cuyas dificultades nos lleven a la esencia de nuestra existencia, ser queridos y amados incondicionalmente antes que nada. Y ser literalmente activos donando nuestra presencia imperfecta. Por lo que parece precisamente de lugares que estaríamos llamados a compadecer o marginar llega un viento más fresco que el rancio aire de civilización moribunda que respiramos en nuestros alrededores.