“No tengo tiempo. ¿Por qué no lo haces bien? Deja ahí, tú no sabes. Mejor lo hago yo. No haces rápido, eres lenta. Quítate. No puedes. No molestes. ¿Por qué no eres como fulanito o fulanita? Mira como lo hace, aprende.”
¿Realmente existe alguien que diga todas esas frases? ¿Cómo nos sentimos al leer estas palabras? ¿Talvez nos sentimos felices? ¿Nos sentimos motivados para continuar?
Imaginemos ahora escuchar esas palabras de una persona que consideramos importante en nuestra vida, como nuestros padres, hermanos, tíos, hijos u otro familiar, incluso de un amigo. ¿Verdad que duele? No olvidemos que somos figuras influyentes e importantes para los hijos y cuando estamos constantemente mencionando un mensaje negativo, este se interioriza, lo cual podría afectar de manera paulatina en sus vidas, disminuyendo su autoestima e incrementando su inseguridad. Y la autoestima es uno de los ingredientes imprescindibles de la felicidad. Nos ayuda a disfrutar de equilibrio emocional, a gozar de autonomía y a esforzarnos por resolver problemas y alcanzar objetivos.
Cada uno de nosotros necesitamos motivación, ¿por qué no?, pero debemos ser muy cuidadosos en cómo lo decimos y en qué momento lo vamos a decir, porque después podemos establecer que nuestros hijos se sobreestimen y se sientan tan increíbles que cuando enfrenten a una crítica honesta y creíble, pierda rápidamente su motivación. Es importante encontrar el equilibrio adecuado para motivar de manera positiva a los hijos con honestidad y sinceridad.
Entonces, ¿cómo podemos impulsar su autoestima de manera correcta? Una idea clara para comenzar a lograrlo es la motivación positiva. Bien, imaginemos que se acerca nuestro hijo/a y nos muestra orgulloso/a que ha organizado toda su habitación. O, también, que al culminar las clases le han dicho que le fue excelente en su tarea. ¿Cómo crees que responderíamos?
«¡Oh, qué hijo más bueno!» / «Te agradezco que ayudes en casa».
«¡Significa que lo has hecho muy bien!» / «¿Cómo te sientes con lo que has conseguido?».
«Estoy orgullosa de tus notas» / «Esa nota refleja cuánto te has esforzado».
Seguro que hemos percibido las diferencias. En cada uno de los tres ejemplos, la primera frase es un elogio y la segunda una opción motivadora, que invita a las personas, en este caso a nuestro hijo/a a autoevaluarse. Las primeras frases pueden ser manipuladoras y condescendientes, no valoran nada más que la perfección. Las segundas son respetuosas y demuestran aprecio por el esfuerzo, no sólo por el resultado y, sobre todo, enseñan a pensar en sí mismos y por sí mismos. Si mantenemos esa misma actitud cuando afrontan dificultades o cometen errores, estaremos fomentando auténtica autoestima.
Me gustaría dejarles esta cita, para reflexionar.
«La autoestima no puede darse ni recibirse. Se basa en la sensación de capacidad personal y la confianza en uno mismo que se adquieren afrontando decepciones, resolviendo los problemas y teniendo muchas oportunidades para aprender de los errores. Para motivar de un modo eficaz, los adultos deben tener una actitud respetuosa, interés en el punto de vista del hijo y ganas de brindarle oportunidades para que desarrolle competencias para la vida que ayuden a no depender de las opiniones negativas de los demás», Jane Nelson.
Lcda. en Terapia Ocupacional
Yulexi Gabriela Garzón Garófalo
Docente de Laborterapia 2
Fasinarm – CEVE