La realización de actividad física a lo largo de la vida es esencial para estar sanos ya que provoca mejoras en la salud a nivel fisiológico y contribuye al bienestar psicológico en general.
Cuando los niños y jóvenes tienen una discapacidad, muchas veces se ve comprometida su capacidad de moverse, al menos de una forma eficiente y eficaz, pero no significa que deban abstenerse de realizar actividad física o practicar deporte.

La ausencia de actividad en esta población puede tener efectos negativos a nivel cognitivo y en su desarrollo social. Se ha demostrado que los niños a quienes se les bridan más oportunidades de movimiento tienden a ser menos propensos a desarrollar una personalidad pasiva o tener una actitud de «no puedo hacerlo».

Según un estudio de la universidad de Georgetown “Center for Child and Human Development Inclusive Fitness Coalition” de EE.UU, las personas con discapacidad tienen casi tres veces más probabilidades de ser sedentarios que los individuos sin discapacidad (29% vs. 10%). Casi el 56% de las personas con discapacidad no realizan ninguna actividad física, en comparación con 36% de personas sin discapacidad. Solo el 23% de las personas con discapacidad están activas durante al menos 30 minutos, tres o más veces por semana. Cerca de 1.5 millones de estudiantes con discapacidad física en escuelas públicas primarias y secundarias están excluidos de participar en competiciones atléticas. Esto significa que las personas con discapacidad han sido excluidas de muchos esfuerzos en la promoción de la salud.

A pesar de que las personas con discapacidad han logrado avances significativos en los últimos años, aún se enfrentan a grandes desigualdades en las oportunidades para poder realizar actividad física. Esto puede ser debido a varias razones, como, por ejemplo:

• Se requieren de programas y servicios públicos o que estén financiados por el gobierno para que sea accesible e igualmente disponible para personas con discapacidad.

• Se necesita eliminar barreras arquitectónicas que pueden limitar su inclusión en la actividad física, fitness, deportes, recreación y educación física. Por ejemplo, muchas instalaciones deportivas y recreativas, espacios al aire libre y algunos tipos de equipos de gimnasia no son accesibles para personas con discapacidad que hacen esfuerzos en participar en actividades físicas.
• Estos espacios deben contemplar actividades inclusivas, es decir, donde participen tanto niños con discapacidad como sin ella, de manera que se garantice su participación en todas las situaciones de la vida diaria: escuela, ocio, etc. No tanto en espacios o situaciones específicas.

• Hay que tener en cuenta que el tipo de actividad física o el deporte debe ser escogida por las personas en función de sus intereses y preferencias, ya sea al aire libre y/o en entornos naturales, que favorezcan la participación al hacerse en grupo y ser divertidas; todo ello también con el objetivo de retrasar el deterioro de la estructura corporal, promover una vida saludable, mejorar su calidad de vida y su inclusión social.

La actividad física en niños y jóvenes con discapacidad (parálisis cerebral, síndromes neurológicos, enfermedades raras, lesiones medulares; tanto con discapacidad física, como intelectual, como combinada) debería promocionarse de forma temprana y con frecuencia, mientras el sistema nervioso y el sistema musculo-esquelético tienen mayor neuroplasticidad. Los músculos de los niños con discapacidad deben de mantener la flexibilidad y la fuerza, el ejercicio físico mejora la salud en los huesos. El corazón y los pulmones necesitan ser ejercitados moderadamente para mantener la resistencia y función óptima. En algunas patologías los músculos y huesos no se desarrollan completamente y el proceso de envejecimiento para todos los individuos implica una disminución gradual de la fuerza muscular, elasticidad y densidad ósea, siendo particularmente devastador en las personas con discapacidad motora, ya que pueden tener comprometidas otras áreas.

Está demostrado que la actividad física alivia el dolor, previene la aparición y progresión del deterioro y la limitación funcional; restaura, mantiene y promueve la aptitud general. La clave para estos beneficios se encuentra en una actividad física prolongada, que puede ser realizada con programas de terapia enfocados a formular recomendaciones que promuevan un estilo de vida más activo, fuera del nivel clínico y ajustándose a las necesidades particulares.

Los jóvenes con discapacidad física que han tenido la oportunidad de realizar ejercicio físico constante o algún deporte en particular expresan que gracias a estas actividades se sienten totalmente incluidos y valorados. Como en cualquier deporte colectivo se fomenta mucho el compañerismo, aprenden a gestionar sus emociones en la competición y capacidad de superación, etc.
Además, existen los beneficios familiares, ya que tienen la posibilidad de intercambiar información entre los padres que comienzan en esta nueva etapa (inicio de una actividad física/deporte de su hijo) con los que tienen una mayor experiencia. Ello implica un apoyo emocional entre los familiares y contribuye a la normalización de la discapacidad.

Para ello se requiere un trabajo conjunto, coordinado entre los padres de familia, equipo docente y estudiantes, el deporte y el ejercicio proporcionan un medio importante para que niños, niñas y adolescentes tengan éxito, lo que contribuye a mejorar su bienestar social, su autoestima, sus percepciones sobre su imagen corporal y su nivel de competencia, provocando un efecto más positivo en aquellos que ya tengan una baja autoestima. Además, los niños, niñas y jóvenes con niveles de actividad más elevados presentan asimismo más probabilidades de tener un mejor funcionamiento cognitivo.

Ing. Byron Ayala Márquez
Docente de Educación Física
Escuela de Educación Básica Especializada

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